
Por: Aurelio Ortíz.
El 15 de enero pasado marcó la vida de muchos peloteros en Latinoamérica, pues con el simple hecho de haber estampado su firma en un papel de inmediato se convirtieron en millonarios.
Uno de esos jugadores es el dominicano Víctor Manuel Acosta Cabrera, un muchacho oriundo del sector del Limón de Samaná y quien tiene una historia de vida muy ligada a Panamá.
Acosta, de 16 años, concretó un acuerdo con los Padres de San Diego por un bono de 1.8 millones de dólares. Aquella noticia no solo llenó de alegría a sus familiares y conocidos, sino también a mucha gente en nuestro país.
Y es que hasta hace apenas unos cuatro años atrás, Acosta vivió en nuestro país, específicamente en el área de Penonomé, provincia de Coclé, a donde llegó en el 2013 junto a varios de sus familiares.
Sus inicios como pelotero se dieron a la edad de 5 años en su país natal, pero fue en la Academia EBER, del ya fallecido entrenador Eric “Guacha” Rodríguez donde el habilidoso muchacho siguió cultivando su pasión por este deporte.
“Comencé a los cinco años acá en Dominicana, pero me metí en serio con mi tío allá en Panamá en la academia del señor Eric. Jugué en la liga de Penonomé en los torneos de Pequeñas Ligas, donde nos enfrentamos a Aguadulce, Pocrí y otros más”, comentó Acosta a La Prensa.
“Mi tío tenía algunos contactos allá. Luego conoció a algunas personas que me abrieron las puertas, por eso me siento muy agradecido con Panamá porque siempre hubo mucha gente apoyándonos tanto en los estadios como fuera de ellos”, destacó.
Regresa a su país.
Visualizando que a los casi 13 años su sobrino ya era un diamante en bruto, Víctor Rodríguez Acosta decide que Víctor Manuel regrese a la isla caribeña para enrolarlo en la academia Dominican Prospect Talent, que dirige Héctor Evertz, para que allí terminara de pulirse con miras a una firma profesional. “Sentí un poco de tristeza, pues ya tenía muy buenas amistades, pero tenía que hacerlo por un sueño, que es llegar a Grandes Ligas”, reconoció el jugador.
“Acá empecé a trabajar todos los días a veces sin siquiera poder salir al cine. Tuve que hacer muchas pruebas para conseguir el objetivo que ahora logré”, explicó.
Su tío reconoció que esa decisión ha dado sus frutos. “Nosotros hemos estado llevando bien al muchacho, de la mano de Dios para que pueda llegar a Grandes Ligas”.
Grandes proyecciones.
Víctor es un campocorto que mide 5’11’’ pies, pesa 168 libras y batea a ambos lados del plato. Muchos reportes de los buscadores de talento lo proyectan a la par del boricua Francisco Lindor y el dominicano José Ramírez.
“Me siento bien que me comparen con ellos, pero mi meta es trabajar para ser mejor que ellos”, remarcó.
De la nómina actual de los Padres de San Diego reconoció que admira a sus compatriotas Fernando Tatis Jr. y a Manny Machado.
Planes para el futuro.
El jugador también habló de sus proyecciones y planes tanto en lo deportivo como en lo personal. Cuando su dinero de bono se haga efectivo lo primero que espera hacer es ayudar a su familia.“ Hacer la casa que mi mamá quiere”, apuntó.
De igual manera, Víctor quiere regresar a Panamá en los próximos meses y también comprar una casa acá, pues su abuela y su madre tienen residencia en Penonomé.
Mientras que como jugador, solo está a la espera de que la organización de San Diego decida a dónde lo va a enviar para desde allí empezar a hilvanar su carrera hacia las mayores. “El dinero que recibí ahora no es en lo que pienso, yo quiero llegar a las Grandes Ligas”, sentenció con tono firme.
Siempre presentes.
De sus compañeros de juego recuerda a Roderick Lezcano, Rodrigo Buitrago, Xavier Aguilar y a Alexander Rodríguez, entre otros. Entre técnicos y directivos también guarda agradecimiento por personas como Domingo Montenegro, Juan Aparicio, Juan Quijada, Cristian Valdés, Darío Agrazal, David Hernández, Rommel Rosas y la señora Maribel.
“Yo espero verlos pronto, pues este año Dios mediante espero estar por allá”, precisó.
Finalmente, tuvo un mensaje para todos los jugadores que también anhelan conseguir una oportunidad para entrar en el béisbol profesional. “A los muchachos quiero decirles que trabajen duro, que no dejen que nadie les diga que no pueden y que tengan presente que Dios no se queda con el sudor de nadie”, puntualizó.