Como suelo hacer todos los domingos, salí a dar mi vuelta de reconocimiento por la ciudad, a ver si alguna infame me hacía caso… y nada, ni una sola aceptó dar un paseo en mi Escarabajo 68.

Fue tanta la decepción que tenía, que no me daba cuenta por donde pasaba, y de repente me doy cuenta que estoy pasando por la Ave. Frangipaniy –suerte que no llovía porque andaba limpio– y aunque no me crean (no me importa), me encontré con el man ese de Volver al Futuro, detuve mi carrito me bajé y con mi inglés machacao, le pregunté que hacía por acá. El man me respondió un poco de vainas en inglés que yo no entendía un carajo. Pa´no cansarles el cuento me monté al carro y le dije «Let´s go to the past » y el man se me queda mirando con cara de awebao y me dice disque «REALLY«… ¿Le vas a dar si o no? o quieres que llame a un par de pelaos de por aquí pa´ve qué es lo que es contigo –yo creo que el man no me entendía ni ñecks– la cosa es que aceptó y arrancó ese chérchere raro y nos fuimos para el pasado.
En el trajín ese de poner las fechas, yo fui metiendo mano en esos botones y aparecimos en febrero de 1987 –vaya la peste loco quién lo iba a decir, yo metio en el pasado-. La vaina es que me baje de ese cacharpón con el gringo y caminamos hacia el Estadio Juan Demóstenes Arosemena… cha que pretty le dije al man y fuimos a ver qué era la algarabía y mira tú, era la Final del Béisbol Juvenil de aquel año que jugaban Panamá Metro y Los Santos.

Ey, pero me entró el hambre y le dije al man » have money, money » y el gringo saca un billete de 20 palos; venga pa´ca esa plata y nos fuimos apretando de carne con yuca, carne en palito, algondón de azúcar, soda, hielo loco y hasta un par de naranjas compramos… chuzoooo y me sobraron diez palos.
Bueno, hicimos la fila y compramos los boletos de butacas ($ 1.50 c/u) o sea que aún había plata hasta pa´ las pintas. Empezó el juego y ese estadio estaba hasta la zapatilla, ambas barras se gritaban de todo -cómo me gocé esa vaina-, el juego seguía y Panamá Metro empezaba a coger a palo limpio a Los Santos, cuando de repente… se me perdió el gringo, vaya la peste y ahora que hago, como así que este man me va a dejar solo y en el pasado… no, no, no, así no era la vaina; la cosa fue que lo encontré hablando con unos manes dizque de una emisora que no era mía sino tuya, y lo llamé –ey gringo, baja de una vez– y bajó corriendo y nos sentamos de nuevo en las butacas, yo me sentía como en el Yankee Stadium pilla.
Pasaban los episodios y seguían los metrillos ganando y le dije al man, «Qué xopá con goti, vamo que te voy a enseñar el estadio y por ahí mismo vemos si cae alguna chola, tú sae» y empezamos el recorrido por las gradas de sol, extensas como ninguna y más duras que el diablo, pero llenas de gente que disfrutaba ese juego; de ahí cruzamos a las de sombra y así caminamos todo el coliseo. No se nos pegó ninguna chola porque yo creo que teníamos cara de limpios.
Terminó el juego, ganó Metro 9 a 3 y se coronó Campeón del Torneo. Salimos y me pregunta el loco ese que, qué hacíamos? y ni corto ni perezoso le dije que volviéramos al presente porque esta vaina tenía que contársela a alguien. Así hicimos, no sin antes tomarnos un par de pintas bien frías y jartarnos un par de carne en palito.

Volvimos a la Frangipani y el gringo este me dice que tenía que ir pa´lante… ofi pues, dale de aquí pues, no problem, y el man fue por fuera. Entonces agarre el Escarabajo y lo estacioné frente a la antigua fachada del Estadio, me bajé y entré… saben qué, esa vaina da lástima loco, como es posible que un lugar con tanta historia esté así –me dirán que lo están re-acondicionando– pero ta lenta esa vaina, ahora porque dizque el INDE no le ha aprobado una adenda o una vaina de esas al contrato y la compañía ahora no tiene pa na´. Yo le hago un llamado a los nuevos gobernantes y al man del INDE, aprueben esa vaina de una, pa´que los manes que tan arreglando el Estadio lo terminen y así vuelva a ser el que era en aquella época.
Ya pa´terminar, caminé hacia donde estaba mi carro y como un rayo salió un bien cuida´o de la nada y me quitó 5 palitos… entonces me subí en la tapa del carro, me senté y lloré…
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¡Que Viva el Béisbol!